martes, 25 de noviembre de 2014

LA NIÑA EN INVIERNO



 Qué etapa de la vida elijo, para transcribir?
Hago un recorrido y mi alma se inunda de todas las historias, me aguijonean presente y pasado, voy y vuelvo de lejanos momentos donde fui niña en invierno y mujer de otoño ardiendo. Voy y vuelvo salteando experiencias y encontrando mis letras pegadas a los recuerdos.
No hay modo ni tiempo, no hay forma ni cimientos al que recostarse .La palabra fluye o se atasca, tatuada en el alma queda y en algún momento surge y resurge como ensamblados hilos de un telar, donde moran las ideas.
A qué imagen recurro para relatar frondosa vida?
A la niña de cuatro años que perdió a su madre, donde el abismo se insinuó en un partir de allí, el punto exacto donde atravesó esa vida, y la marcó a fuego con infancia sin alegrías. A la niña que creció solitaria, protegida por las hadas de la melancolía y los duendes de la tristeza.
Y si la elijo es porque creció en un prado de fantasías, las que me permiten un hoy colorido sintiendo el aroma del jazmín y la glicina, el sabor de la lima y un ritual de
niña con juguetes de cocina, armando su propia historia , en un rincón de almohadones; dibujando una rayuela sobre baldosas viejas.
Abriendo telones, con muñecas de trapitos juntados, en bolsitas de papel madera. Escenario de un juego infantil que no termina, un rol que se transformó en el instinto más fuerte y hoy es cadena.
Miro las fotos de aquella niña y la veo amada, sentada en un sillón de pana verde, y su vestido de color rosa, me dicen que ha sido cuidada; cuento esta breve etapa porque, la madre no estuvo después para decirle que esa niña tenía en los ojos estrellas de alguien que la cobijaba. Era su mami quien arregló su moño y su vestido.
Si, la elijo como imagen de niña con los ojos tristes, pero brevemente protegida, de los fuertes oleajes de la mar que fuera su vida, en todos sus estados.
Los refugios de la mente protegen las secuencias sanas y los recuerdos buenos se alojan como tesoros, para aflorar con fuerzas cuando el ahora es fuerte y nos embate.


Ella tenía su árbol, pero antes debió aprender que por mucho tiempo no pronunciaría la “r ”y su única amiga se llamaba Ruth.
Primer obstáculo en un lenguaje ínfimo donde los vínculos tiernos se graban como las frases y son sellos en las imágenes.
Y la traigo a mi mente, sabiendo que otras secuencias aparecen.
Somatizando en su delgada cintura florecieron ampollas, justo cuando el recorrido de la madre muerta fueran las calles más largas y grises en un funeral con secuelas italianas. La niña en invierno, no entendía nada, solo vio un rostro dormido, una cara muy blanca
Y el invierno se quedó bloqueado en las profundidades del alma de una niña con fríos huesos.
Entonces comprendo a esta delgada secuencia de frío en torno a los grises días de llovizna.
Entonces comprendo, la sutileza en los dedos temblorosos atrapando el calor cuando el sol brilla.
Pero también entiendo que los días fueron cambiando, que hubo gloriosos juegos
en torno a fogones y vestidos nuevos, aprendizaje de soltarse al viento en lianas de palmeras ,bañarse en el musgoso río y los brazos abiertos en bicicleta de cara al viento.
La niña en invierno aparecía de cuando en cuando.
Un cumpleaños jamás festejado y el único por festejar, llegando los pequeños invitados, con representativos regalos y la casa grande vacía, sin adultos, ni torta
ni chocolate hasta el último instante.
Mella para tenaz memoria recurrente en el pasado de las identidades.
Sin embargo niña en invierno tuvo como vida también, recurrentes veranos.
El verano de las siestas y las subidas al árbol, las moras dulces y los atardeceres polvorientos, vientos del norte crujientes en las ramas y sonido de las chicharras.
El verano refrescante después de una lluvia cálida, dejando la transparencia en fosforescentes hojas.

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catia-love

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